
Revda. Dra. Lydia Muñoz.
Artículos de Opinión
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Quizás sea parcial, pero creo que algo extraordinario ocurre cuando la gente se reúne para cantar y celebrar. Biológicamente, se dice que nuestro ritmo cardíaco y nuestra respiración empiezan a funcionar al unísono cuando cantamos juntos. Es la mejor medicina para quienes sufrimos de hipertensión. No sé ustedes, pero ¡he estado cantando mucho con otros desde el 20 de enero!
Jacob Collier es un artista musical que ha llevado la experiencia de concierto a otro nivel. Jacob es cantante, compositor, instrumentista de jazz y un prodigio musical en general. El fenómeno Collier ha estallado gracias a la forma en que convierte a su público de desconocidos en un coro perfectamente afinado y bellamente unido. Si asistes a su concierto, prepárate para cantar con tu vecino. Collier es conocido por dirigir a multitudes de miles de personas que nunca se han visto, para que canten juntas en armonía a cuatro voces. Es una experiencia increíble de presenciar y experimentar. Cree que la pertenencia tiene un sonido.
Hubo una reunión de 120 personas ese día llamado Pentecostés, lo cual apoyaría la idea de Collier. “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como el de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados. 3 Se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, y una lengua se posó sobre cada uno de ellos. 4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, conforme el Espíritu les daba capacidad.” (Hechos 2 - NRSV)
No sabemos cómo pudo haber sonado eso. Solo sabemos que fue violento, como un vendaval, y que lo llenó todo. En segundo lugar, sabemos que todos y todas en esa habitación, sin excepción, recibieron el mismo don de hablar en otros idiomas. ¿Podemos asumir que en esa habitación había más de los doce apóstoles? ¿Podemos asumir que podría haber mujeres, niños, sirvientes, gentiles y judíos por igual? ¿Podemos asumir que desde la clase social más baja hasta la más alta estaban presentes juntos experimentando lo mismo? Creo que la respuesta es sí.
Esto nos dice todo lo que necesitamos saber sobre la intención de Dios tras el empoderamiento de este grupo de seguidores que se convertirían en los primeros signos de lo que más tarde se conocería como la iglesia. Así suenan la pertenencia y la solidaridad. Es algo puro, una fuerza a tener en cuenta, una experiencia abrumadora de unión que desafía las leyes de la sociedad y nuestra propia fragilidad humana. Sobre cada cabeza, ese día, danzaron llamas de perdón, misericordia, justicia y paz. Llamas que subvertían los patrones de división social y prejuicios étnicos que eran tan comunes en el mundo de quienes se reunieron en ese aposento alto y para nosotros hoy. Salieron de ese lugar ya no escondidos, sino listos para lanzarse a este mundo con fuego y esperanza, porque sabían que la presencia del Santo no solo estaba con ellos, sino que moraba en ellos.
Pentecostés no es solo el nacimiento de la Iglesia, sino también la evidencia de cómo se ve y se escucha la pertenencia. Pentecostés no se trata solo de ese domingo en el que cantas una canción de una cultura diferente a la tuya o escuchas la lectura de las Escrituras en diferentes idiomas. Pentecostés es una experiencia que nos impulsa a la solidaridad. Pentecostés llega como un viento impetuoso para liberarnos del miedo al otro y llevarnos a la cacofonía del poder del amor. Pentecostés no solo nos recibe el domingo por la mañana, sino que nos acompaña mientras hacemos un ruido bendito en las calles de nuestras comunidades, exigiendo justicia y construyendo la paz el lunes por la tarde.
El fuego del Espíritu Santo, como dirían los ancestros, quema todas esas suposiciones que hemos creado y que definen lo que la iglesia es, hace, puede hacer y hará. Pentecostés es el sonido de una Iglesia en llamas con una hospitalidad radical, capaz de transformar los paradigmas de pertenencia y aceptación en un sonido abrumador de viento impetuoso que trastorna a todos. Es el Magníficat de María en altavoces Dolby, derribando barreras y alzando a los pobres. Es el sonido que el mundo necesita guiar ahora mismo y que anhela más que nunca.
¡Seamos audaces!
¡Seamos fuertes!
¡Seamos valientes!
¡Inflamemos todo con el sonido subversivo de la pertenencia en el AMOR de Dios!
* La Revda. Lydia E. Muñoz es presbítera ordenada en la Iglesia Metodista Unida. Actualmente se desempeña como directora del Plan para el Ministerio Hispano-Latinos (NPHLM).