Por el Rdo. Jaime Vázquez
Una hermana, miembro de la Iglesia Metodista Unida, me llamó temprano por la mañana para decirme que su esposo había sido arrestado por una patrulla fronteriza y que había sido deportado a México. Estaba devastada. La hermana y su familia participan activamente en nuestra iglesia.
Compartí unos textos bíblicos con ella y oramos. Después me comuniqué, de inmediato, con un pastor en México donde se encontraba su esposo. El pastor lo había ayudado a tomar un bus hacia otra ciudad fronteriza donde viven sus padres y el resto de su familia.
¿Cómo mostrar el amor de Dios en este tipo de circunstancias? En la tarde, mi esposa y yo fuimos a la casa de la familia, pero estaba vacía. Los vecinos nos dijeron que la familia se había mudado a otro estado. Esto es lo que ocurre, con frecuencia, por todo el país.
La casa vacía nos trajo un sentimiento de impotencia. Un miembro de nuestra iglesia había sido deportado. De un momento a otro, todo rastro de su vida había desaparecido. La familia se había ido a otro lugar donde no los conocían para empezar otra vez, cortando todos los vínculos con su comunidad.
Al otro día y sin aviso, sentí el deseo de visitar a la familia de otro líder. Gran sorpresa la que me esperaba.
“Pastor”, me dijeron, “volvemos a México. Por meses que no hay trabajo y empezamos a gastar nuestros ahorros. Como no tengo papeles, es difícil encontrar trabajo. Por muchos años el trabajo fue bueno pero ya no lo es”.
La esposa explicó que cada día, cuando salen de casa, oran que no los detengan, deporten y separen de la familia. También ora que si los detienen estén todos juntos. Ora que la familia siempre esté junta.
La decisión de volver a México les trajo mucha angustia sobre un futuro incierto pero necesario. Dejar los Estados Unidos y esta vida en las sombras traerá paz a la familia.
Volvían al estado donde crecieron en México. Con sus ahorros compraron una casa en México, ahora tenían que ver la forma de ganarse la vida.
Oré por ellos y le pedí a Dios que los guiara y los llevara de la mano. Estaba seguro de que las semillas de la palabra de Dios plantadas en sus corazones darían fruto a su tiempo.
En estas circunstancias debemos proclamar la paz y el amor de Dios. Debemos proveer un sentimiento de esperanza en medio de la crisis. Personalmente, yo no promuevo la inmigración ilegal porque entiendo que las leyes no deben violarse. Pero estas personas ya estaban aquí mucho tiempo y sólo buscaban una forma de vida digna para proveer a sus familias.
Aquí es donde Dios nos ha llamado a proclamar las buenas nuevas de amor y misericordia.
--Rdo. Jaime Vázquez, coordina el ministerio hispano en la Conferencia Desierto Suroeste, en Phoenix, Arizona
el Intérprete, noviembre-diciembre, 2012