En esta segunda década del siglo 21 la población hispano/Latina en los Estados Unidos está experimentando cambios profundos en su diversificación sociocultural, debido el crecimiento de las generaciones nacidas en el país y la desaceleración del flujo migratorio en la última década.
En adición a esto, se suman los cambios demográficos que se están sucediendo en todo el país y el impacto que está trayendo en las Iglesias tradicionales (como La Iglesia Metodista Unida) cuya composición étnica no refleja la creciente diversidad racial y cultural de la sociedad estadounidense.
En medio de estos cambios y el Plan Nacional convocó a su 3era Consulta Nacional, el pasado mes de marzo de 2015, de la cual se desprendieron una serie de propuestas y líneas estratégicas, orientadas a profundizar el trabajo ministerial con las nuevas generaciones y a formar el liderato que la iglesia requiere para las próximas décadas.
Manuel Padilla es reflejo de ese proceso; es un joven laico nacido en Monterrey, México, que trabaja en el desarrollo de estrategias conjuntas entre el Plan Nacional para el desarrollo de Ministerios hispano-Latinos y las conferencias anuales de la Iglesia Metodista Unida, con el fin de fortalecer la obra metodista unida en la comunidad Hispano/Latina.
¿Cómo llegas al Plan Nacional?
Yo llego a los ministerios hispanos en el año 2010, mientras estudiaba en el seminario. Comencé a congregarme en la ciudad de Cincinnati y allí me invitan a participar en un adiestramiento del Plan Nacional denominado el Módulo 1. Es allí cuando comencé a enterarme de lo que hacia la Iglesia Metodista Unida con los ministerios hispanos, cosa que me lleno de satisfacción porque sabía que esta iglesia no podía estar tan ajena a ministrar a nuestra comunidad.
Yo esperaba del Plan Nacional todas las respuestas. Participe en ese adiestramiento del Módulo 1, junto a una 40 personas y, para ser sincero, quedé un poco decepcionado de esa experiencia por varias razones: la falta de seguimiento a la instrucción que se estaba impartiendo, la falta de compromiso de quienes participaban, la ausencia de jóvenes formándose, la metodología empleada era inapropiada en mi opinión y faltaba el enfocarse y concentrar esfuerzos en temas que podrían ser abordados de una manera más provechosa.
Seis meses después atiendo el adiestramiento del Módulo 2 y es allí donde me doy cuenta lo compleja de la labor y comienzo a procesar el contenido de una manera más intencional, no con el afán de encontrar respuestas a todas las preguntas que surgen cuando uno comienza a trabajar con el pueblo en los Estados Unidos.
Fue un proceso largo, con sus exigencias, un manual de más de trescientas páginas, tablas didácticas, ejercicios y toda una seria de recursos, donde si bien podía apreciar un valor en su contenido, aún no terminaba de ver completamente. Posteriormente atiendo una sesión de planeación estratégica para mi conferencial y allí me enfrento una vez más a la complejidad de esa labor.
Sentía la necesidad de acercarme más a este trabajo, buscando respuestas y pensando que había mejores maneras de hacer las cosas, ello me lleva a entrar en conversaciones con líderes del Plan como el Rev. Francisco Cañas, Saúl Trinidad y otros, quienes me invitaron a ser facilitador de los módulos 1 y 2. Así me fui envolviendo en el trabajo del Plan, hasta que fui llamado a servir a trabajar en el área de planeación estratégica, una vez terminados mis estudios de seminario y me había recién casado.
Manuel había entendido que su participación en el Plan Nacional era un llamado de Dios y después de recibir la propuesta, estuvo dos meses discerniendo lo que ello implicaría para su vida y para su reciente matrimonio con Susana Armendáriz.
Cuando llego a trabajar a la oficina del Plan Nacional en el 2013, entiendo perfectamente que mi labor no era llegar y visionar que hacer y decir como lo vamos a hacer, sino gestar los espacios en los cuales podemos escucharnos y a partir de allí crear las estrategias, tomando como base lo que ya se había hecho. Estudiando los antecedentes históricos del Plan nos hemos dedicado a capitalizar el aprendizaje dejado por las experiencias de los 20 años previos, pero ahora con una perspectiva menos programática y más dialéctica.
Me dedique entonces a promover diálogos y conversaciones sobre temas que se han dado por sobreentendidos y que necesitábamos discutir en términos comunitarios. Era necesario escuchar para responder a preguntas como: porqué tenemos que hacer ministerios entre hispanos/as. Eso lo hemos venido hacienda en los últimos 2 años en las distintas conferencias, involucrando a mujeres, jóvenes, hombre y ancianos/as. A través de estos espacios y esas discusiones hemos escuchado la voz de Dios a través de su pueblo. Con esa metodología dialogante hemos venido construyendo las estrategias conferénciales.
¿Y cuáles son esas estrategias definidas por el Plan?
La estrategia ha sido la creación de estos espacios de diálogo y la máxima expresión que hemos tenido de estos procesos ha sido la 3era Consulta. Ese fue un espacio en el tiempo donde nos permitimos escuchar la voz de Dios a través de los jóvenes, de los/as obispos/as, del personal de las agencias generales y juntos discernir qué es lo que Dios nos está llamando a hacer en estos tiempos.
¿Qué resultado ha dejado la consulta?
El primer resultado ha sido el escucharnos mutuamente, el darnos cuenta de que lo que hemos venido hacienda no va a seguir funcionando. En estos tiempos el tema de evolucionar y de reinventarse, tiene que ser visto desde otra perspectiva para que no caer en el cliché de que “lo único constante es el cambio” y de esa manera cambiamos algunas cosas, funcionamos bajo esos nuevos parámetros por dos o tres años más, luego volvemos a desfasarnos de la realidad por otros 10 años y en unos 15 años volver a reinventarnos.
La consulta lo que nos ha arrojado es cómo podemos tener esas conversaciones constantes, una vez al año o cada dos años. En otras parlabas, cómo podemos estar en ese constante dialogo que nos permita crear nuestras propias acciones y prioridades, no por cuadrienios, sino hasta que nos volvamos a sentar a dialogar.
De acuerdo a la descripción que Manuel hace de este proceso se han dado diálogos en las conferencias anuales (algunas lo están haciendo) y en algunas Iglesias locales también. Uno de los problemas que han podido detectarse en estos procesos de interacción es el hábito aprendido de que la estructura de la iglesia, nos diga como comunidad hispano-latina qué hacer y cómo hacerlo. Para el Plan Nacional la 3era Consulta mostró una forma diferente de poder hacer las cosas, porque lo que allí se dio, se puede dar en cualquier conferencial anual o en cualquier jurisdicción.
Las nuevas generaciones han nacido, crecido y se han educado en la cultura estadounidense, por lo que tienen una actitud mucho más proactive e interactiva con todas estructuras sociales establecidas, incluyendo la iglesia, por lo que no esperan que una agencia les programa un evento para poder hacer algo o que el Plan pague los viáticos para poder reunirse y hacer algo.
Cuando escuchamos la voz de las nuevas generaciones, nos damos cuenta de que a veces nos tomamos responsabilidades que no nos corresponden. Creemos, como Plan, que tenemos que hacer que las cosas sucedan, cuando realmente no es así. Estamos más bien es para apoyar lo que está sucediendo y esto tiene mucho que ver con el principio doctrinal wesleyano de la gracia previniente. Nosotros tenemos que entender que ya Dios está trabajando y es nuestra labor unirnos a eso no decirle a Dios ve a trabajar.
¿Como ves tú el Plan en la dinámica que impone el atender a la juventud?
La Consulta más que un evento innovador, fue una respuesta desesperada, más que un evento preventivo, fue un evento correctivo. Creo que nuestra Iglesia Metodista Unida se está dando cuenta de esto, que atender las voces de la juventud, atender a quienes no están en las bancas, no es una opción, es el camino. Nuestra labor no es servir a la juventud, sino aprender de ella. No es traerlos/as a las bancas, el reto es llevarlos/as a los púlpitos.
¿A cualquier pulpito o a los de las minorías étnicas?
El seguir pensando en Iglesias separadas por grupos raciales, no tiene sentidos en estos tiempos cuando la globalización ya no es un concepto, sino la dinámica de nuestra vida cotidianas. Cuando vemos los datos demográficos, por ejemplo, o simplemente nos asomamos a nuestras ventanas nos damos cuenta de que los hispanos, no necesariamente hablan en español, porqué entonces ponerlos a predicar en Iglesias donde sólo hablan español.
¿Cuál es la expectativa del Plan en los próximos 10 años en lo conceptual y lo programático?
Más que expectativa, el sueño del Plan es poder seguir caminando con el pueblo, cualquiera que este sea. A veces tenemos un estereotipo de que el pueblo son únicamente los pobres, los/as inmigrantes, aquellos/as que carecen de pan y creo que eso es un pecado, porque el pueblo somos todos y todas. El Plan ha venido y quiere seguir caminando con el pueblo, no importa el idioma que hablen (sea español o inglés), por eso estamos enfocados en seguir creando los espacios para que se desarrolle y puedan realizar –todos/as quienes conformamos el pueblo- el llamado que han recibido del Señor.
El Plan tiene la intención de seguir creando los espacios para que jóvenes, adultos/as y ancianos/as se desarrollen, entender cuáles con las necesidades de cada segmento, no podemos seguir encapsulados en un segmento o en un estereotipo. Aunque no podemos decir y asumir que todos los hispanos/as son jóvenes, o que todos/as los hispanos/as hablan inglés, estamos creando el espacio para entender quiénes son los hispanos en la actualidad y cómo ese concepto va a trascender hacia un futuro un que tiene que ser más inclusivo y sensible a la diversidad.
Nosotros seguimos trabajando en abrir el espacio para la discusión del rol de ministerio hispano en la IMU y estamos construyendo (a través del encuentro y el dialogo permanente con el pueblo) las avenidas por donde fluye y seguirá fluyendo el potencial de nuestra gente, para que se inserten de una manera más profunda y comprometida y traigan vida nueva a nuestra amada Iglesia Metodista Unida.
¿Vendrán otras consultas?
Delia Ramírez (jovén líder en La Iglesia Metodista y participante de la 3era Consulta) lo dijo de una manera profética “si estamos pidiendo otra consulta, es porque no hemos entendido cuál era el objetivo de la 3era Consulta. El objetivo no era crear un evento anual o cuadrienal. El objetivo de la consulta era iniciar un dialogo honesto, que produjo una serie de resultados y recomendaciones, para que se suceda en los diferentes niveles de nuestra iglesia. No necesitamos que se junten las 4 agencias programáticas para crear este diálogo.
¿Se podrían llamar consultas a estos diálogos?
Claro, pero no en el sentido tradicional de un evento que congrega diferentes tipos de personas -ese evento fue único- sino el sentido del compartir en diálogo, visiones, sueños, planes, observaciones, experiencias y todo ese cumulo de información que van diseñando las acciones y pasos futuros de una comunidad como la nuestra.
¿Cómo te sientes tú de haber sido parte de la 3era Consulta?
Pata mi fue un privilegio ser parte del equipo que organizo la consulta. Es una lista larga de gente –unas 200 personas- que con su trabajo hizo posible el evento, cuyo éxito radica en las conversaciones, los diálogos y las conexiones que se dieron antes, durante y después del evento, porque ese era el objetivo y es la base para el trabajo presente y futuro que le toca al Plan.
* El Rev. Gustavo Vasquez es el Director de Comunicaciones Hispano/Latinas de la IMU. Puede contactarle al (615)742-5111 o por el [email protected].