El Rev. Francisco Cañas, es oriundo de El Salvador y llegó a los Estados Unidos, hace más de tres décadas, como consecuencia del conflicto político, que llevó a una guerra civil en su país. Conoció a La Iglesia Metodista Unida y Dios le llamó para servir en el ministerio parroquial en California por varios años. Allí participó activamente en diferentes ministerios dedicados al servicio del pueblo hispano-latino e inmigrante en general y colaboró en el proceso de formación del Plan Nacional para el Desarrollo de los Ministerios Hispano-Latinos.
Papel de las bases en la consolidación del Plan
Desde 2006 es el director del Plan y conoce muy bien la historia, realidades, desafíos y proyecciones de la iniciativa ministerial más importante que tiene La Iglesia Metodista Unida para atender al pueblo Hispano-Latino en los Estados Unidos. A través, de esta entrevista, el Rev. Cañas comparte su experiencia haciendo la conexión entre el origen, la actualidad y las proyecciones futuras del trabajo del Plan.
Las iniciativas que dieron origen al Plan en 1992, se remonta a la década de los años 70. Tradicionalmente, el Plan se ha conocido como un esfuerzo de coordinación entre las agencias de La Iglesia Metodista Unida, para consolidar el trabajo que se venía haciendo en diferentes regiones del país para servir al pueblo hispano y de esta forma contribuir a fortalecer el crecimiento del ministerio. Pero, ¿cuál fue el rol que cumplieron los/as líderes de base de la iglesia en este proceso?
El Plan Nacional fue, ciertamente, el esfuerzo de las agencias generales, de coordinar los recursos existentes, a nivel de ministerios, de una manera más efectiva a nivel nacional. Pero también hay que reconocer que, paralelamente a este esfuerzo y al trabajo hecho por las agencias generales, está la conciencia que había venido formándose en la comunidad hispana de la iglesia metodista, sobre la necesidad de avanzar hacia un nuevo nivel en el desarrollo del trabajo ministerial. Esto implicaba afianzar la conexión entre quienes estábamos en las Iglesias locales a lo largo del país, con aquellos quienes nos estaban proveyendo recursos y nuevas ideas para hacer nuestro trabajo.
Hubo varios factores que motivaron el desarrollo del Plan, que podrían calificarse más como una fuerza de presión que de coordinación. Uno de los principales fue el explosivo crecimiento demográfico de la comunidad hispana, que durante la década de los ochenta y principio de los noventa, experimentó un gran auge de personas que inmigraban por razones económicas, pero también políticas. Hubo mucha gente pobre inmigrando, pero también gente de clase media (profesionales y técnicos), que emigraban por razones fundamentalmente políticas, en búsqueda no solo de un mejor ingreso económico, pero también en búsqueda de un espacio donde hubiese, libertad, respeto y dignidad.
Muchos profesionales salimos de nuestros países, no por falta de trabajo, sino por la persecución política, por la militarización de la vida civil de muchas de nuestras sociedades y el fortalecimiento de los gobiernos dictatoriales, apoyados por las administraciones de Ronald Reagan y quien le sucedió en la presidencia (George Bush).
En la década de los ochenta yo trabajaba como pastor local en una iglesia de la ciudad de Los Angeles. Era un seminarista, cuando comencé a relacionarme con la comunidad estudiantil y eclesiástica de esa ciudad, convirtiéndome en testigo de las luchas dentro de la estructura de la Conferencia Anual de California y el Pacifico. Esta es una de las conferencias que tiene muchos logros históricos en cuanto al trabajo hispano, pero que ya en ese tiempo estaba dando señales de decadencia. Se hacía entonces necesario reinventar el trabajo ministerial con nuestra comunidad y es cuando nace lo que se llamó la “Misión Hispana”, dirigida por Leo Nieto la cual era el referente de MARCHA en nuestra conferencia. Cabe destacar que el Obispo Elías Galván, líder histórico de MARCHA, era parte de la Conferencia Anual California –Pacifico, él ha sido parte activa de esta historia y ha dado un gran aporte el desarrollo ministerial hispano en nuestra iglesia.
El creciente interés por construir una plataforma que pudiera consolidar las distintas iniciativas y llevarle más recursos y herramientas ministeriales a los esfuerzos locales de las iglesia hispano/latinas, hizo que la iniciativa que se gestó, mayormente en las Iglesias del sur y del oeste del país, se extendiera a otras regiones. En medio de este proceso ¿cómo fue su incorporación al movimiento de gestación del Plan Nacional?.
Yo no me incorporé, a mí me incorporaron al Plan. A principios de la década de los noventa, los líderes fundamentales eran el Rev. José Palos (director), Saúl Trinidad (consultor) y Jim Chamberlein (representante de la Junta General de Discipulado - GBOD), entre otros. Ellos tres trabajaron el desarrollo de materiales para el adiestramiento de misioneros laicos y plantearon la idea de integrar un equipo nacional de facilitadores.
Ese equipo estuvo integrado por unas quince personas representantes de todas las jurisdicciones que existían en aquel entonces. Yo fui llamado a este equipo junto con otros colegas como la actual Obispa Minerva Carcaño, el Dr. Edwin Cotto y muchos otros/as. Es así como me incorporo al trabajo directo con el Plan Nacional.
Nos desplegamos por todas las regiones del país para colaborar en la elaboración de talleres de capacitación de líderes laicos/as, basado en -lo que aun hoy se llaman- los módulos I y II, con el afán de capacitar laicos/as que se convirtieran en compañeros/as de labor junto con el/la pastor/a de parroquia. Es allí donde se crea el famoso binomio de “pastor/a - misionero/a laico/a”, en donde surge la idea de comunidades de fe como una forma de multiplicación de creyentes; se fomenta el desarrollo de ministerios comunitarios como una experiencia transformativa de la difícil realidad existentes en los barrios urbanos de las principales ciudades; en fin hay una serie de esfuerzos que se dan con una profunda implicación práctica, de contacto con la gente.
Esa etapa, como pastor parroquial, fue para mí un proceso educativo, porque no sólo era el hecho de vivir en un país diferente, sino que en la ciudad de Los Angeles - muy cosmopolitan - el 80% de la población hispana era mexicana y yo soy salvadoreño, así que había que aprender a comer tacos y tortillas, aunque estuvieses buscando “pupusas”. Lo que te quiero decir con esto es que esa experiencia migratoria, es un proceso educativo, tanto para la comunidad, como para los líderes (religiosos).
Los cambios sociales, el pueblo hispano/latino y el ministerio
La diversidad cultural del pueblo hispano/latino es profunda y creciente. Aunque históricamente se ha pretendido etiquetar a todo el pueblo hispano parlante y su descendencia, con el mismo rótulo de ”hispano”, lo cierto es que en este segmento de la población siempre han coexistido muchas culturas, lenguajes, historias e idiosincrasias. ¿Cómo ha abordado el Plan esta diversidad creciente?
Al principio se le llamó Plan Nacional Hispano; posteriormente se le agrego el término “latino” y pasó a llamarse Plan Nacional Hispano-Latino. Esto se debió a que, en un principio, no se pensó en la población de habla portuguesa, por ello fue en el segundo cuadrienio cuando se hace el cambio en el nombre, para reflejar el carácter inclusivo del Plan ya que su compromiso era con toda la comunidad latinoamericana (lo cual incluye Brasil).
Hoy día este compromiso ha trascendido fronteras continentales; nuestro compromiso llega hasta Europa, por la gran cantidad de hispanos/as (tanto españoles como latinoamericanos/as) en ese continente. El Plan ahora se ha extendido por que las realidades y presiones del pueblo en su movimiento migratorio, nos empujan y nos dirigen a abrir nuevos rumbos ministeriales. En esa complejidad creciente nos esforzamos en ser proactivos y responder a esos cambios de la mejor manera posible.
Para comienzos del nuevo siglo, ya el Plan se había consolidado en el desarrollo de su trabajo a lo largo del país. Con la jubilación del Rev. José Palos, Director fundador del Plan, vinieron otros líderes a sucederle en la dirección y ahora usted ocupa esta posición. A su llegada a la dirección cuál es el estado del Plan y qué frutos le tocó cosechar de la década anterior a su llegada?.
Yo llego a la dirección del Plan en octubre del 2006, sucediendo a Mike Albert quien estuvo menos de un año en el cargo. Había una gran cantidad de cosas sobre la mesa por desarrollar y reactivar. En lo personal, encontré mucha riqueza, mucho producto al llegar a la dirección del Plan; encontré un equipo de misioneros laicos, a nivel nacional, increíblemente grande; una nueva generación de líderes hispanos; era como un mineral en bruto que tenía que ser trabajado, procesado y moldeado, para sacarle el mayor provecho ministerial posible.
Creo que una de las cosas más importantes que logró en Plan en ese tiempo, fue ganarse el reconocimiento de la estructura al trabajo que se había venido desarrollando abriendo espacios de participación y el ascenso de líderes a posiciones y niveles decisorios en la iglesia.
Obviamente, hay quienes no pueden reconocer estos logros, por tener un entendimiento equivocado de los que es el Plan Nacional. El Plan, por ejemplo, nunca se propuso plantar nuevas congregaciones, porque eso es una tarea propia de las conferencias anuales. La tarea del Plan siempre fue proveer recursos y capacitación de líderes para ese trabajo conferencial, para el fortalecimiento de las congregaciones existentes, el reclutamiento de candidatos para la tarea pastoral en sus distintos niveles (diaconado/a, pastorado local o presbítero/a) y la coordinación de las redes pastorales que se establecen en los distintos niveles regionales.
Los frutos del Plan son muchos y sin lugar a dudas puedo afirmar que, después de 27 años de experiencia como pastor y 9 como director del Plan en el ámbito de las comunidades hispano/Latinas, el Plan Nacional para el Desarrollo de Ministerios Hispano/Latinos de La Iglesia Metodista Unida es uno de los mejores cuerpos de desarrollo ministerial de todas las denominaciones históricas.
Los desafíos del presente, caminos de futuro
La sociedad es el campo de trabajo de la iglesia, es el lugar de la siembra y la cosecha que constituyen la misión. Este campo es muy dinámico y los cambios sociales son constantes. Este país está experimentando cambios demográficos acelerados y eso también ha incidido en la cultura, la economía, la política y la religión.
Un estudio reciente del Centro de Investigaciones Pew (1), establece que el cristianismo ha descendido 14 % en los últimos 7 años y, al mismo tiempo, señala que el pueblo hispano-latino es el único grupo que ha crecido dentro de todas las tradiciones cristianas (protestantes y católica) incluso en las iglesias históricas (como La Iglesia Metodista Unida). Esta realidad evidencia la importancia del desarrollo de ministerios que atiendan a esta comunidad. ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta el Plan Nacional de Desarrollo de Ministerios Hispano-Latinos, para responder a las exigencias del tiempo presente?
El desafío más grande que he encontrado, está vinculado con la nueva realidad de la sociedad estadounidense. Entrar en un nuevo siglo, viviendo el impacto acelerado de los cambios tecnológicos nos deja como iglesia, significativamente rezagados. Todos los cambios sociológicos que habían venido dando en términos de la diversificación étnica y racial de la sociedad, el reconocimiento de la diversidad sexual bajo nuevos paradigmas, la convergencia multicultural y el impacto de todo ello en la iglesia, ya no eran temas discutidos al margen, lo que hacía imperiosa la redefinición de conceptos teológicos y de las perspectivas ministeriales. Estos son retos del Plan, porque sabemos que dentro de la comunidad hispana existen tabúes y resistencias a los cambios que está experimentando la sociedad e inevitablemente la iglesia.
Otra gran reto ha sido los efectos de la restructuración de La Iglesia Metodista Unida, que comenzó prácticamente con el nuevo siglo y que demandó una rearticulación y un reordenamiento interno, donde ha tenido que redefinirse el concepto y funcionamiento de la iglesia local, de la iglesia étnico racial y de sus relaciones con la estructura conferencial. Estos son cambios que continúan en movimiento y que siguen teniendo repercusión en la actualidad.
En ese proceso de cambios, la existencia de planes -como el nuestro- es necesaria para seguir articulando iniciativas ministeriales y lo demuestra el hecho de que siendo el primer plan (en Plan Nacional Hispano), fundado en la década de los noventa, le han seguido cinco planes más para atender a otros grupos étnicos y raciales. El impacto y desarrollo que han traído a la iglesia estos 6 planes es notable.
Hay que reconocer que estos espacios se han podido dar, porque ha habido disposición y apertura entre el liderato anglosajón de nuestra iglesia. Es importante destacar el hecho de que nuestro liderato, ha propiciado el empoderamiento de líderes de las minorías en muchos espacios y esto es algo muy positivo.
Los desafíos deben ser asumidos con estrategias que permitan abordarlos de manera integral. ¿Cuáles son las estrategias y líneas de trabajo que se ha planteado el Plan con vista al tiempo futuro?
La línea de trabajo del Plan no ha cambiado, seguimos enfocados en el desarrollo del liderazgo a nivel del laicado. En este ámbito estamos trabajando constantemente en la renovación y contextualización de los materiales formativos, para brindar herramientas de utilidad verdadera que respondan a la nueva realidad demográfica, lingüística, a la diversidad creciente en todos los órdenes, a la incorporación de la juventud y que atienda lo relativo a la niñez en la iglesia.
Algo que ha sido muy importante es conocer las limitaciones, para concentrar los esfuerzos y recursos en lo que realmente puede ser productivo para el desarrollo ministerial. Es fundamental estar consciente de que el Plan no puede satisfacer todas las necesidades de nuestra comunidad en el ámbito eclesiástico, porque son muchas, diversas y de compleja solución.
Por ejemplo, no está dentro de nuestras facultades, ni posibilidades la formación de quienes están dentro de los procesos formales de ordenación ministerial, porque ello le corresponde a las conferencias anuales y a la Junta General de Educación Superior y Ministerio (GBHEM). Lo que sí hacemos es apoyar el proceso de reclutamiento y brindamos acompañamiento al proceso de formación formal a nivel de las maestrías universitarias, pero es una responsabilidad directa de GBHEM.
El poder identificar las áreas de acción y priorizarlas, de manera que te permita generar avances es la metodología que estamos aplicando en el trabajo del Plan. Por ello nos estamos concentrando en tres áreas fundamentales: juventud, creemos que hay que reclutar a las nuevas generaciones para incorporarlas como parte active de la vida de la iglesia local; actualización curricular y uso de nuevas herramientas tecnológicas, para brindar una formación contextualizada y el reclutamiento y promoción de ministros/as ordenados dentro del sistema de educación formal de la denominación, para que sean reconocidos/as y sean capaces de formar parte de las estructura de la iglesia en sus niveles de autoridad y decisión.
Todo este trabajo lo estamos desarrollando con acompañamiento, apoyo y asesoramiento de diversos sectores, dentro y fuera de la Iglesia Metodista Unida, con Iglesias como la luterana y la presbiteriana, incluso con profesionales no creyentes, que también tienen mucho que aportar en los aspectos técnicos, científicos y socio-políticos de los recursos que se están generando.
El obstáculo más significativo que encontramos en estos momentos, es la propia comunidad hispana ya que, a muchos/as les cuesta procesar los cambios sociales y superar la condición de sentirse al margen y empoderarse de un lugar en esta sociedad que es nuestra también.
Antes y después de la 3era Consulta Nacional
Los cambios sociales acelerados y la necesidad de responder profética y organizacionalmente como iglesia a los nuevos tiempos, requiere la participación y el aporte de todos los sectores que la conforman. Cada día las distancia entre pueblos y culturas se acortan a nivel comunicacional y la dinámica migratoria hace cada vez más heterogéneo y complejo el contexto social donde la iglesia debe ministrar. Como parte de la estrategia del Plan, se convocó a la 3era Consulta Nacional el pasado mes de marzo de 2015, en la cual convergieron líderes clérigos/as y laicos/as de todas las edades, jurisdicciones, niveles jerárquicos, culturas e idiomas, en un esfuerzo por escuchar y visionar juntos/as el futuro del ministerio hispano/latino. ¿Cuáles la importancia y los resultados que arrojó esta consulta?
La 3era Consulta Nacional sobre los Ministerios Hispano/Latino congregó a diversos sectores de la iglesia y contribuyó a visualizar el liderato emergente del pueblo hispano-latino metodista unido. Foto del Rev. Arthur McClanahan, Conferencia Anual de Iowa.
Desde mi perspectiva la 3era Consulta marca un antes y después en el Plan Nacional. En teología hablamos del Kairos “el tiempo de Dios”; ese tiempo ha estado preñado de creatividad, de oportunidad, de capacidad y también de indiferencia.
La consulta intenta hacer evidente que la institución y que los/as líderes hispano-latino, por muchos años, hemos abandonado a la juventud e ignorado sus capacidades. Es una reflexión intrínseca que esta consulta ha traído, sobre la necesidad de que la inclusión, que justamente reclamamos como minoría en otros ámbitos, empiece por casa. No podemos seguir ignorando a nuestros/as hijos/as y descalificándoles por su juventud o falta de experiencia, especialmente en este siglo cuando los adelantos y los cambios son tan rápidos, que ponen en evidencia que la juventud tiene más capacidad de adaptarse y responder a sus desafíos, con mayor facilidad y eficiencia que los/as más adultos/as.
La iglesia tiene que tomar esto en cuenta, que para poder desarrollarnos tenemos que ver al presente como futuro y no como pasado.
La consulta marca este punto de transición, la iglesia está en transición, el Plan está en transición, los ministerios hispano-latinos están en transición; o podríamos decir también en evolución.
Esa consulta fue también un acto de desesperación de parte de nosotros/as como Plan, porque a estas alturas del siglo, en sus primero 15 años, muchos cambios profundos hemos vivido y la iglesia no había movido un dedo para poder contextualizar nuestra presencia en tiempo, espacio y lugar. La consulta nos lleva a confrontarnos con nosotros mismos como comunidad hispano-latina, reconocer que tenemos que actualizarnos y reivindicarnos con el tiempo en el que Dios nos ha puesto, de manera que podamos redefinir nuestro papel y nuestro espacio en esta sociedad, en esta iglesia y revalorizar nuestra estima como pueblo de Dios.
Para mí no fue un evento en esencia (pueda que si en su forma), para mí fue una oración de tres días, hecha de diferentes formas, que convocó a jóvenes y adultos mayores a buscar con seriedad la guía de lo alto, para caminar hacia el futuro del Ministerio Hispano-latino. Al final de esta oración hemos recibido como respuesta de Dios, un reto para nosotros/as y creo que para toda La Iglesia Metodista Unida.
(1) America’s Changing Religious Landscape. May 12th, 2015. Pew Research Center: http://www.pewforum.org/2015/05/12/americas-changing-religious-landscape/
* El Rev. Gustavo Vasquez es el Director de Comunicaciones Hispano/Latinas de la IMU. Puede contactarle al (615)742-5111 o por el [email protected].