3 de octubre, 2012 | Iglesia y Sociedad
En un artículo de la Conferencia Baltimore-Washington, Beth Reilley levanta la pregunta de si los metodistas unidos deberían apoyar u oponerse al DREAM Act (Development, Relief & Education for Alien Minors). Reilley trabaja en abogacía legislativa para esta conferencia.
Reilley propone responder desde la perspectiva de la fe. "La Biblia nos entrega directrices sobre cómo tratar al 'extranjero' que vive en nuestro medio", dice ella, "y es claro que nos manda a ser hospitalarios, preocupados y cariñosos".
Cita Levítico 19:33 y 34, que dice: "Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel".
En el Nuevo Testamento, Reilley apunta a Mateo 25, donde Jesús dice "fui forastero, y me dieron alojamiento" (v. 35). También menciona el mandato de amar al prójimo. El ejemplo lo da el Buen Samaritano, quien ayudó al extranjero, a pesar del sistema cultural, las emociones y las consecuencias que para otros fueron razones para no ayudarlo.
"Es un desafío cuando nuestra fe entra en conflicto con las leyes federales y estatales", dice Reilley. "Considero cómo otros, en el pasado, trabajaron para cambiar los sistemas de injusticia, crueldad y humillación hacia los más vulnerables".
Jesús le dio prioridad a las necesidades humanas por sobre las actitudes legalistas, como cuando sanó a los enfermos en día de reposo, a pesar de las leyes de la comunidad. A lo largo de la historia, la gente ha mostrado cómo eliminar la discriminación, racismo, abuso, pobreza y violencia.
Además, Reilley apunto a los Principios Sociales de la iglesia, donde la denominación se compromete a "reconocer, abrazar y afirmar a todas las personas, sin importar su país de origen, como miembros de la familia de Dios. Afirmamos el derecho de todas las personas a las mismas oportunidades de empleo, acceso a vivienda, atención médica, educación y libertad de la discriminación social".
Reilley propone responder desde la perspectiva de la fe. "La Biblia nos entrega directrices sobre cómo tratar al 'extranjero' que vive en nuestro medio", dice ella, "y es claro que nos manda a ser hospitalarios, preocupados y cariñosos".
Cita Levítico 19:33 y 34, que dice: "Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel".
En el Nuevo Testamento, Reilley apunta a Mateo 25, donde Jesús dice "fui forastero, y me dieron alojamiento" (v. 35). También menciona el mandato de amar al prójimo. El ejemplo lo da el Buen Samaritano, quien ayudó al extranjero, a pesar del sistema cultural, las emociones y las consecuencias que para otros fueron razones para no ayudarlo.
"Es un desafío cuando nuestra fe entra en conflicto con las leyes federales y estatales", dice Reilley. "Considero cómo otros, en el pasado, trabajaron para cambiar los sistemas de injusticia, crueldad y humillación hacia los más vulnerables".
Jesús le dio prioridad a las necesidades humanas por sobre las actitudes legalistas, como cuando sanó a los enfermos en día de reposo, a pesar de las leyes de la comunidad. A lo largo de la historia, la gente ha mostrado cómo eliminar la discriminación, racismo, abuso, pobreza y violencia.
Además, Reilley apunto a los Principios Sociales de la iglesia, donde la denominación se compromete a "reconocer, abrazar y afirmar a todas las personas, sin importar su país de origen, como miembros de la familia de Dios. Afirmamos el derecho de todas las personas a las mismas oportunidades de empleo, acceso a vivienda, atención médica, educación y libertad de la discriminación social".