Teresa Mueller*
8 de marzo, 2012 | Comentario UMNS
El arriesgarse a salir de lo conocido, siguiendo el llamado de Dios, obtiene recompensas inimaginables. Seis años atrás, hice algo que parecía una locura. Dejé mi trabajo y seguí el llamado al ministerio.
Hace tres años, el viaje me llevó al Seminario Hartford, para sacar una maestría en estudios islámicos y relaciones entre cristianos y musulmanes.
El lema del seminario es "El explorar diferencias profundiza la fe". El Seminario Hartford es un seminario multi-religioso y multi-cultural, y cobija el centro más antiguo de estudios sobre relaciones cristiano-islámicas.
Sin embargo, lo que aprendí en clase es sólo una parte de mi educación. Aprendí mucho de gente que jamás habría tenido el placer de conocer, si no hubiera respondido al llamado de Dios. Mis compañeros/as y vecinos en la universidad fueron, principalmente, estudiantes cristianos y musulmanes de los Estados Unidos, Francia, Indonesia, Irak, Nigeria, Palestina, Las Filipinas, Corea del Sur, Siria, Tailandia y Turquía, para mencionar algunos.
Nuestro hogar universitario fue el lugar donde celebramos Acción de Gracias, el festival Eid-ul-Fitr, Navidad y noches para ver películas. En una de esas noches, durante mi primer semestre, vi a un grupo jugando Jenga. Durante los primeros dos juegos, los estudiantes jugaron por el orgullo de sus países individuales. Pero después se hicieron alianzas en base a la casa universitaria donde vivían. Pasó de ser un juego entre personas de varios países a un medio para profundizar la amistad.
Yo no habría escogido a ninguno de mis compañeros/as y vecinos en la universidad, pero fueron un gran don para mí. Son gente con la que oro, como, difiero, estudio y juego. En suma, hemos compartido nuestras vidas de cerca y personalmente. Nuestra cocina ha sido testigo de una discusión, tarde por la noche, acerca de una clase, noticias del mundo y el devenir de nuestras vidas. Aprender sobre la tradición de una religión es una cosa, conocer a la gente de las muchas culturas que conforman esa religión, es ver cómo dicha religión cobra vida. Este viaje me ha llevado alrededor del mundo a través de la gente que he conocido, sin siquiera dejar mi país.
En unos meses, dejaré este hogar universitario que ha sido mi casa en esta parte de mi viaje. Echaré de menos la cocina y todas las cosas que recuerdo. Sus paredes están impregnadas del olor de tantos condimentos de todo el mundo. Con cada compañero descubrí una nueva comida favorita. Cada uno ha enriquecido mi vida de muchas maneras. Como los condimentos que dan sabor a la comida, mis compañeros/as han realzado mi vida.
Todos vemos el mundo desde una perspectiva única, y yo he sido bendecida grandemente por la gente que compartió su vida conmigo, fuera y dentro de la sala de clases. Mi vida es mucho más rica por eso.
*Mueller es pastora en la IMU de Boston, en Bolton, Connecticut, y está en proceso de llegar a ser diácono. Contacto: Joey Butler, Nashville, Tenn., (615) 742-5470 ó [email protected].
8 de marzo, 2012 | Comentario UMNS
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Hace tres años, el viaje me llevó al Seminario Hartford, para sacar una maestría en estudios islámicos y relaciones entre cristianos y musulmanes.
El lema del seminario es "El explorar diferencias profundiza la fe". El Seminario Hartford es un seminario multi-religioso y multi-cultural, y cobija el centro más antiguo de estudios sobre relaciones cristiano-islámicas.
Sin embargo, lo que aprendí en clase es sólo una parte de mi educación. Aprendí mucho de gente que jamás habría tenido el placer de conocer, si no hubiera respondido al llamado de Dios. Mis compañeros/as y vecinos en la universidad fueron, principalmente, estudiantes cristianos y musulmanes de los Estados Unidos, Francia, Indonesia, Irak, Nigeria, Palestina, Las Filipinas, Corea del Sur, Siria, Tailandia y Turquía, para mencionar algunos.
Nuestro hogar universitario fue el lugar donde celebramos Acción de Gracias, el festival Eid-ul-Fitr, Navidad y noches para ver películas. En una de esas noches, durante mi primer semestre, vi a un grupo jugando Jenga. Durante los primeros dos juegos, los estudiantes jugaron por el orgullo de sus países individuales. Pero después se hicieron alianzas en base a la casa universitaria donde vivían. Pasó de ser un juego entre personas de varios países a un medio para profundizar la amistad.
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En unos meses, dejaré este hogar universitario que ha sido mi casa en esta parte de mi viaje. Echaré de menos la cocina y todas las cosas que recuerdo. Sus paredes están impregnadas del olor de tantos condimentos de todo el mundo. Con cada compañero descubrí una nueva comida favorita. Cada uno ha enriquecido mi vida de muchas maneras. Como los condimentos que dan sabor a la comida, mis compañeros/as han realzado mi vida.
Todos vemos el mundo desde una perspectiva única, y yo he sido bendecida grandemente por la gente que compartió su vida conmigo, fuera y dentro de la sala de clases. Mi vida es mucho más rica por eso.
*Mueller es pastora en la IMU de Boston, en Bolton, Connecticut, y está en proceso de llegar a ser diácono. Contacto: Joey Butler, Nashville, Tenn., (615) 742-5470 ó [email protected].