En esta leyenda, un anciano indígena deseaba trasmitir algunas lecciones de vida
a su joven nieto al contarle esta historia.
“Dentro de mí se libera una tremenda batalla entre dos lobos. Uno de ellos es la maldad personificada: es egoísta, envidioso, arrogante, prepotente, ruin, avaro y lleno de celos.
El otro es una fuerza del bien: es generoso, compasivo, dadivoso e inspira paz, amor, serenidad, humildad y fe.
Y esa misma batalla se da en mi, en ti y en todas las personas”
El nieto quedó pensativo durante unos instantes, y finalmente le preguntó a su abuelo:
“¿Y cuál de esos lobos ganará?”
Tras un instante, el anciano, mirando a los ojos de su nieto le respondió:
“Aquel al que tú alimentes”.
La línea entre el bien y el mal puede ser muy fina y tiene muchos vacíos. Si sólo hubiera un manual que nos ayudara a tomar decisiones cuando nuestras mentes se nublan con enojo, envidia, codicia, resentimiento, inferioridad y el ego. Si así fuera, las decisiones no serían tan difíciles.
Quizá la imagen de los lobos de la batalla interna que luchamos entre el bien y el mal quizá no sea divertida como la de un pequeño diablito y un pequeño angelito, sentado cada uno en uno de nuestros hombros, susurrando al oído ideas de lo que deberíamos hacer. Lo cierto es que el asunto no es para nada chistoso.
Algunas veces, nuestras acciones podrían, sin querer, herir a un amigo/a íntimo. Otras veces, nuestras decisiones afectan muy positivamente a alguien. Cualquiera sea el camino que sigamos, somos conocidos por aquellas decisiones que van edificándose una sobre otra hasta formar nuestro carácter.
Cada decisión que hacemos, sea buena o mala, se suma a lo que somos, sea la decisión de abrir la puerta a la gente que va entrando a un restaurante, como el momento en que uno mintió a alguien sobre alguna cosa. El truco está en recordar que cada decisión se basa en otra previa. Muchas malas decisiones, y uno se encontrará en una caída libre difícil de corregir.
Cuando uno piensa en la multitud de decisiones que tiene que hacer cada día, incluso sin pensarlo mucho, uno quisiera tener alguna forma de rastrearlas. ¡Quisiéramos tener algún App para eso! Si así fuera podríamos ver cuántas malas y buenas decisiones hicimos. Si las malas se están convirtiendo en mayoría, uno podría esforzarse por hacer cambios.
Pero no existe ningún App o aparato que haga ese trabajo. Quizá deberíamos hacer una pausa y reflexionar en la semana o día que pasó, para cambiar el rumbo de la vida.
el Intérprete, 2013