Sermón predicado por la Obispa Carcaño en la Catedral Nacional de Washington
Lucas 13: 1-9
Esta semana, nos encontramos viviendo con los que un día rodeaban a Jesús con sus preguntas acerca de las tragedias de la vida. ¿Qué pensaba Jesús de la gente de Galilea que se encontraba en medio del culto cuando Pilato los mando a matar, su sangre mezclada con la de los animales que acababan de sacrificar para traer alabanza y acción de gracias a Dios?
Jesús sabía lo que estaban pensando. Será que esto les ocurrió a ellos porque eran más pecadores que todos los demás? No, no lo eran. Bueno ¿y las 18 personas que se encontraban en la sombra de la torre de Siloé cuando cayó; porqué murieron de esa manera?. ¿Era su pecado mayor que el de los demás?.
Nosotros también nos hemos preguntado y hemos cuestionado a Jesús sobre la muerte. ¿Por qué esas personas tenían que morir en las manos del conductor de Uber en Kalamazoo, Michigan?, ¿por qué ellos. Qué culpa tenían?. Y ni qué decir de aquellos que murieron por los poderosos vientos de tornados inesperados e inexplicables desde Luisiana a través de la Florida y en la costa este?, ¿por qué?, ¿por qué fueron ellos los que murieron de esta forma terrible y trágica?.
Como los que estaban con Jesús, nosotros también tenemos esta necesidad de saber, porque la muerte nos asusta. ¿Cómo podemos evitar la muerte prematura? ¡Queremos saber! Será que nuestro pecado tiene que ver?. ¿Puede ser que el grado de nuestro pecado nos haga más visible y más susceptibles a las garras de la muerte?
Jesús no niega el poder del pecado o el hecho de que la muerte es resultado final del pecado. Pero él nos invita a mirar el cuadro más grande. Dos veces nos dice que los que murieron no murieron porque eran más pecadores que los demás. Sin embargo, si no cambiamos nuestros corazones y vidas, entonces seremos destruidos también.
El cuadro más grande y la verdadera cuestión no es ¿por qué ellos murieron?, sino más bien cómo nosotros vivimos antes que la muerte nos llegue?.
Oremos por los que han muerto y los que sufren profundamente por ellos. Honremos sus vidas comprometiéndonos a vivir fielmente. Vivir fielmente tiene el poder de calmar nuestros corazones e incluso hacer una diferencia en un mundo que cada día se enfrenta a la muerte.
Jesús nos lo explica a través de una parábola. El dueño de la viña fue a buscar el dulce fruto de la higuera y no la halló. De hecho, había estado esperando pacientemente sus frutos por 3 años; el tiempo suficiente. Fue ocupando espacio, sin dar nada a cambio, así que el dueño ordenó a que la cortaran. Pero el sirviente que cuidaban por la higuera le rogó al dueño que esperara un año más. Estaría el dueño dispuesto dejar que el ayudara la higuera?. Empezó aflojando la tierra alrededor de ella para darle un poco de aire, un poco de vida y añadir un poco de abono para ayudarla más. Sólo tenía un año más y si después de ese año la higuera todavía no daba fruto, entonces sería cortada.
Hay una higuera alta en la esquina de mi patio. Está totalmente crecida y es preciosa, pero aún todavía no ha dado fruto. Heredé esa higuera, pero he estado observando y esperando por 3 años y todavía no ha dado fruto. Sin embargo, estoy inspirada por Jesús, que en su parábola sugiere que las higueras a veces sólo necesitan un poco de ayuda.
Yo no había pensado en consultar a Jesús por consejos de jardinería, pero ¡debí haberlo sabido!, la sabiduría de Jesús abarca todo en la vida. Cualquier cosa que usted o yo estemos enfrentando, Jesús siempre tiene una palabra de orientación, incluso de consuelo y esperanza.
Mis hermanos y hermanas, la muerte vendrá para cada uno de nosotros, pero Jesús está dispuesto a darnos un poco de ayuda. Él está dispuesto a ser nuestro abogado y tierno jardinero en nuestras vidas para que podamos vivir bien, brindando fruto que sean digno de la confianza de Dios a nosotros.
Se esperaba que la higuera produjera higos deliciosos y dulces. Como personas de fe, se espera de usted y yo que llevemos el fruto del amor y la justicia de Dios. La higuera no estaba viviendo plenamente su propósito, y nosotros también fracasamos cuando no vivimos plenamente nuestro propósito y no damos fruto del reino de Dios.
Sólo un poco de auto-reflexión nos llevaría a tener que admitir que con demasiada frecuencia somos compañeros de la muerte e incluso los autores de la muerte por actos de omisión o comisión en lugar de ser fructíferos hijos e hijas de Dios y discípulos de Jesús, que viene a atender nuestras almas y fomentar en nosotros la vida correcta.
Terminamos esta semana recordando la muerte de Trayvon Martin. El pasado viernes debimos haber estado celebrando su cumpleaños número 21 en lugar de recordar el cuarto aniversario de su muerte innecesaria. Las muertes en curso de los jóvenes negros en este país a manos de aquellos que se supone que deben protegerlos y mantenerlos a salvo, es una señal de que todavía tenemos que llevar el fruto de la justicia en este país.
Continuamos escuchando candidatos presidenciales que ofrecen un muro de separación humana como la solución a los problemas políticos de inmigración en Estados Unidos. Y oímos ambos extremos en aplausos y complacencia, los cuales sólo fomentan la muerte; la muerte física de las personas atrapadas en la pobreza y la muerte espiritual de aquellos de nosotros que no les importa.
Los cadáveres de los niños pequeños de África y Oriente Medio están siendo arrastrados por las olas en lugares como Turquía después de haber sido obligados a emigrar a causa de la violencia devastadora de la guerra. Nada trae muerte más rápida que la guerra. Los niños de todo el mundo son la promesa de la vida y si mueren, también muere nuestro futuro. Cuándo vamos a llevar el fruto del testigo fiel - ese testigo que proclama inequívocamente que todos los niños son preciosos para Dios nuestro creador y necesitan ser protegidos de los enemigos, de la guerra y la muerte que ella trae.
Y qué de las muertes más pequeñas que suceden en nuestra vida diaria a través de nuestro descuido. La muerte de un familiar, la muerte de un matrimonio, de una amistad, la muerte de un barrio, de una comunidad de fe. Y qué pasa con la muerte prematura e inoportuna de la posibilidad de una vida enriquecedora y vivificante de relaciones con personas de otras razas, culturas, clases, personas de una edad diferente a la nuestra o de una orientación de género diferente; con personas que quizá son diferentes a nosotros, pero que son hijos e hijas de Dios, y por lo tanto nuestros hermanos y hermanas. Cuánto en la vida perdemos sólo porque no tenemos la disposición o el valor o el amor para dar la mano y la bienvenida a aquellos que son diferentes a nosotros en nuestras vidas?
Para vivir una vida verdadera, una vida que desafía la muerte, se necesita tener un cambio en nuestros corazones y nuestra forma de vivir.
Amigos, en esta mañana Dios sabe que queremos vivir totalmente, y Jesús se ha comprometido a ayudarnos a vivir esa vida. La plenitud de la vida está dando fruto; el fruto del reino de Dios, el fruto del amor y la justicia. Que Jesús, nuestro Señor sea nuestra ayuda.
*Para más información acerca de la Obispa Minerva Carcaño o para ver el sermón original en inglés, visite el enlace: http://www.calpacumc.org/bishop-carcano/a-little-help-from-jesus-sermon-delivered-at-washington-national-cathedral/?utm_content=buffer5aac8&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer
** Michelle Maldonado es la Directora Asociada de Comunicaciones Hispano/Latinas de la IMU. Puede contactarle al (615)742-5775 o por el [email protected]