Hermanos y hermanas,
Hemos vivido algunos meses difíciles en este país; meses de creciente hostilidad entre los/as líderes políticos/as y con el ataque no sólo a los/as opositores/as políticos/as, sino a otros/as de manera extrema. El racismo, la misoginia, la xenofobia, el desprecio por los/as pobres y, con demasiada frecuencia, la falta de honestidad, han caracterizado una carrera por la presidencia, que ha dejado a la vista lo peor.
Durante este año, mientras viajaba por el país y a otras partes del mundo, las personas que encontraba me recordaban que la elección presidencial de Estados Unidos también les afectó. El poder de la nación líder del mundo se sigue sintiendo en todo el planeta. La maldad de que impregnó a nuestra campaña electoral perturbó a los/as que conocí en mi camino. Temían que se vertiera en las relaciones diplomáticas entre nuestro país y el suyo. En nuestra Conferencia General de 2016 el obispo de la Iglesia Evangélica Metodista de Argentina, compartió conmigo sus profundas preocupaciones acerca de nuestras elecciones presidenciales. "Acuérdense de nosotros/as cuando voten”, me dijo.
En nuestra sociedad democrática se ha celebrado una elección justa y se ha elegido un presidente. Espero que los/as metodistas unidos/as hayamos participado en la elección. Como metodistas unidos/as creemos que "la fuerza de un sistema político depende de la participación plena y voluntaria de sus ciudadanos/as". [1] Hemos votado y las elecciones han concluido, pero las preocupaciones y temores dejados por un proceso político tan terriblemente contencioso permanecer. Nuestras creencias nos guían hacia adelante con un profundo sentido de responsabilidad.
Nuestros Principios Sociales establecen claramente que "La Iglesia debe ejercer continuamente una fuerte influencia ética sobre el Estado, apoyando políticas y programas considerados justos y opuestos a políticas y programas que son injustos". [2] Así pues, si el racismo, la misoginia, la xenofobia, la indiferencia y la deshonestidad que caracterizo a esta carrera por la presidencia persisten en la política y los programas de la administración Trump, tenemos mucho trabajo que hacer como cristianos/as de fe. Estar vigilantes y dispuestos/as a actuar será la actitud que todos debemos mantener.
Así que, de aquí al 20 de enero de 2017 ya hay trabajo por hacer. Hay jóvenes indocumentados/as que temen que se construya una muralla, tan alta que los separe para siempre de sus familias y del futuro que Dios quiere para ellos/as. A las mujeres les preocupa que las duras luchas por sus derechos, se reduzcan y/o desaparezcan. Algunos/as de nuestros/as hermanos y hermanas de otras religiones que hacen vida en este país están discerniendo la difícil decisión de si permanecen en este país, su hogar, o regresan a sus países de origen, que aunque representa el terruño amado ya no son hogar para ellos/as. Los/as pobres económicamente, temen que su desesperación no sea la preocupación de nadie; que la compasión desaparezca en la retórica política y que la justicia, que es una responsabilidad de la sociedad civil, quede totalmente ignorada.
Espero que hayamos votado. Yo oro porque recordemos que sobre todo, por encima de los partidos políticos y los estados-nación, somos los/as seguidores/as de Jesucristo, ciudadanos del Reino de Dios. En este día Jesús está invitando a que nos unamos a él, para caminar con los/as que más sufren; con quienes están quebrantados en espíritu y en cuerpo; con los/as que viven en el miedo y han perdido la esperanza. Seguir a Jesús, ponerse de pie y cuidar a aquellos/as a quienes Jesús también ama, puede requerir que desafiemos los poderes políticos de nuestro tiempo. Seamos gente de fe cristiana, sin temor, porque el Dios de justicia estará con nosotros/as.
Bendiciones,
Obispo Minerva G. Carcaño