25 de abril, 2013 | Conferencia de Louisiana
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Al leer el libro de Job, uno no puede más que darse cuenta que los verdaderos amigos y amigas saben cuándo callar, especialmente ante la tragedia.
Los amigos de Job se cansaron de oírlo quejarse. Por un tiempo se sentaron callados y le dieron consuelo. Todo iba bien hasta que Job afirmó que él era inocente. Job tuvo la osadía de sugerir que Dios no era justo con él. Pensaron que Job se había propasado, y sus amigos no tuvieron otra salida que defender a Dios y condenar a Job. ¿No tenían otra salida? Me parece que se equivocaron.
La historia se lee como una obra de teatro. Una y otra vez, los amigos le responden a Job. Afirmaban que él tenía que haber hecho algo malo para merecer tanta tragedia. Le dicen que mientras más rápido se arrepienta, menos será lo que tendrá que sufrir; mientras más reclame ser inocente, más lo castigará Dios.
Job no entiende por qué sus amigos no le creen. Quiere que lo escuchen y que se unan a él para implorar a Dios. No le creen porque su situación es una que no habían encontrado anteriormente. Ellos pensaban que a la gente buena no le suceden desgracias.
Me gustaría decir que esta situación ya no se produce el día de hoy. Me gustaría creer que hemos aprendido que la sabiduría de las recompensas que vemos en Salmos y Proverbios ya no pueden usarse contra la gente que pasa por dificultades. Desafortunadamente, hay mucha gente creyente que responde como los amigos de Job, al encontrarse con el sufrimiento del prójimo. Piensan que los afligidos tienen que haber hecho algo malo.
El sufrimiento puede ser un desastre natural: terremoto, inundación, tornado, huracán, etc. Puede ser un accidente, actos de violencia, una enfermedad, etc. Ante estas tragedias, ¿Cómo reaccionamos? ¿Decimos que alguien pecó?
Espero que no. Espero que hayamos leído el Libro de Job lo suficiente como para saber tres cosas: Dios no necesita ser defendido; a la gente buena le pasan tragedias; y hay muchas cosas en el mundo que no podemos explicar.
Job también nos llama a responder con fidelidad; nos llama a ponernos del lado de los que sufren, para consolarlos con nuestra presencia, más que con nuestras palabras; nos llama a responder con abogacía, no con acusaciones. Estas acciones reconocen el misterio de la vida, a la vez que encarnamos la promesa de aquel que está con nosotros en medio del sufrimiento.
El hacerse presente en el sufrimiento de otros requiere una comunidad dispuesta y capaz a lidiar con la realidad de la vida en un mundo quebrantado, manteniendo esa tensión de no tener todas las respuestas.
He sido bendecido de experimentar este tipo de comunidad en acción. Puedo decir que no sólo es posible sino que es una experiencia transformadora. Le pido a Dios que seamos este tipo de comunidad dondequiera que estemos.
*Huertas es pastor de la IMU St. John's, en Baton Rouge, LA. Graduado de la Escuela de Teología Candler, Emory University, Atlanta, GA.