10 cosas que matan el ministerio

A lo largo de mi ministerio, he aprendido ?a veces a golpes? que hay algunas cosas que pueden matar el ministerio, cosas que se sabe matan una iglesia. Lamentablemente, los pastores y líderes probablemente participan tanto como los miembros en estos errores.

El problema es que estas enfermedades son contagiosas e infectan a toda la congregación. Así como en el caso de un virus, estas actitudes prosperan porque tienen un anfitrión en y a través del cual crecen y se multiplican. La clave está en reconocerlas tempranamente y protegerse de ellas, rehusando ser anfitrión. El rechazar una mala actitud, eventualmente, producirá una iglesia y ministerio más sano.

Presento 10 cosas que pueden matar a la congregación y surgen de mi propia experiencia:

Hábitos arraigados
Los hábitos son como un surco cavado en el cerebro. Esto tiene que ver con una forma de pensar que produce las mortales palabras: "Nunca lo hemos hecho de esta manera". Este es un miedo paralizante que sofoca todo movimiento. Tiene que ver con gente que se sentiría incómoda al hacer algo nuevo. Revela que piensan que el ministerio y la iglesia son sólo para ellos, y no para los que vienen. Pero recordemos que la única diferencia entre un surco y una fosa es su profundidad.

Actitud pesimista
Cuán a menudo he escuchado a la gente decir: "Sólo soy realista", en respuesta a una crisis. Les respondo: "No, tú no eres realista, eres pesimista". El pesimista dice: "Este es el problema, ¿qué vas a hacer con él?" En cambio, el realista dice: "Esta es la situación como yo la veo, ¿qué podemos hacer para resolverla?" Es importante ver la diferencia. Un pesimista se centra en lo que está mal y prefiere quejarse y acusar. El realista se centra en buscar una solución, en trabajar juntos, en que se puede hacer algo.

Obsesión por controlar
Es fácil identificar a gente obsesionada con controlar a otros. Es gente miedosa que cree que si ellos controlan una situación o persona, todo saldrá bien.

Se trata de gente muy insegura. La única forma de relación que conocen es ser despóticos, acusadores y farisaicos en su deseo de cubrir su propia inseguridad y poca autoestima. Al tratar de controlar cada situación, se ponen como centro de todo y su personalidad es obvia.

La mentalidad de "a fin de cuentas"
Hay personas que sólo miran el balance final de un presupuesto o se preguntan cómo se podría cortar el presupuesto. Esto no es lo mismo que ser un buen administrador. Si no se frena a estas personas, harán que el presupuesto determine el ministerio de la iglesia, en lugar de que el ministerio determine el presupuesto.

La mentalidad de "lo único que importa es el balance final" hace preguntas como: "¿Genera dicho ministerio dinero suficiente para justificar su presencia en el presupuesto?"

¡Esa es la pregunta incorrecta! Si la iglesia fuese a construir un presupuesto en base a esa pregunta, se cortarían muchos ministerios. ¿Cuánto dinero genera la Escuela Dominical para comprar su currículo? ¿Cuánto dinero generan los grupos pequeños para justificar la compra de libros o DVDs? La respuesta será, probablemente, que poco y nada. ¿Deberíamos cortar esos ministerios?

Recordemos que la misión debe dirigir el presupuesto.

No hay hospitalidad para quienes "no son como nosotros"
La verdad es que si no fuera por quienes no son como nosotros, no habría iglesia. Los que no son como nosotros son la razón por la que la iglesia existe.

La iglesia no es un club social que pueda elegir quién participa o quién merece ser miembro. William Temple, obispo de Canterbury, dijo una vez: "La iglesia es la única organización que existe para los que no son miembros".

No decir lo que uno piensa
Tendemos a tener una mentalidad de rebaño. Mucha gente no puede decir "a mí me parece que&ellipsis;", "yo creo que&ellipsis;". Es más fácil decir "nosotros creemos".

Muchos no pueden pensar por sí mismos y buscan a otros para que piensen por ellos. Incluso sabiendo que algo está malo, todavía se identifican con ello, sólo porque no quieren pensar por sí mismos. Es fácil querer ser parte del grupo porque así no somos desafiados a pensar en forma distinta. Es mucho más difícil aprender a pensar por uno mismo. Recordemos esto: "yo" pienso, "tú" piensas, pero "nosotros" no pensamos.

Preferir la comodidad al riesgo
Todos somos culpables de este pecado. Es más fácil, menos estresante y más acogedor quedarnos con lo que conocemos y sentimos cómodos.

Los riesgos dan miedo. Un riesgo trae la posibilidad de que seamos heridos o avergonzados. Pero sin el desafío de los riesgos, el crecimiento se atrofia. Un árbol se hace más fuerte con el viento y las tormentas.

Nadie nos ha prometido una vida fácil y cómoda. Jesús nos dijo que en este mundo tendríamos sufrimiento. Lo mejor es abrazar los riesgos para aprender a crecer fuertes.

Recordemos que el evangelio consuela a los afligidos pero aflige a los cómodos.

Reaccionar en lugar de responder
Es fácil caer en este error. Al reaccionar buscamos protegernos a nosotros mismos, es un reflejo automático.

El reaccionar no toma en consideración los resultados que, por lo general, empeoran la situación y son destructivos. Es la función de pánico, es pensamiento a corto plazo.

Por otro lado, responder implica tomar en cuenta toda la situación. Toma tiempo formar una respuesta propia a una situación, una que traiga sanidad y crecimiento. La respuesta es calmada, es pensamiento a largo plazo.

A veces la reacción se apodera de un comité que entra en pánico respecto a un problema que cree que se difundirá a otros, lo cual causa más pánico, lo cual crea más problemas, como una bola de nieve bajando la montaña.

Se evitaría mucho conflicto y pánico, si un comité o pastor aprendiese que la forma en que respondemos a una situación determina, en gran manera, cómo responderá toda la congregación.

Incapaces de soñar
Desafortunadamente, muchas veces la iglesia sofoca un sueño, o sueña cosas pequeñas, o decide no soñar.

A veces, la congregación deja que el pastor sea el único que sueñe.

Pero si una iglesia no sueña, no sobrevive ni crece. El no soñar lleva al estancamiento, lo que produce una muerte lenta.

La iglesia debería ser el lugar donde se da la bienvenida a los sueños y a los soñadores. Los sueños nos mantienen frescos, nos fuerzan a pensar en forma creativa, para movernos en otra dirección.

Si vamos a soñar, ¿por qué no soñar en grande? Ningún sueño es demasiado grande, si ayuda a la misión. Pero los sueños diminutos abundan.

El discipulado: Una tarea que le corresponde al pastor
Algunos creen que la tarea de discipular o alcanzar a la gente le corresponde al pastor. Pero ocurre que la iglesia no le paga al pastor para que sea bueno a nombre de ella. La gente no debe asistir al culto del domingo y a eventos de entrenamiento, esperando que después sea el pastor quien ponga en práctica la fe. En una oportunidad, una familia compró la casa al lado de la casa de un miembro de la iglesia. En lugar de invitar al nuevo vecino a la iglesia, el miembro de la iglesia fue a la oficina del pastor para decirle que él debía ir a visitar al nuevo vecino. Cuando el pastor le preguntó por qué no lo invita él mismo, el miembro respondió: "es que para eso le pagamos, pastor".

Lo cierto es que nadie puede caminar la senda de fe por otros; nadie puede vivir la vida de discípulo por otros. No se trata de "para eso le pagamos al pastor", se trata de que cada uno debe vivir como discípulo, lo cual debería involucrarnos en llevar el evangelio a los demás.

*Owen es pastor de la Primera IMU de Chanute, Kansas.

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