Por Amanda M. Bachus
Durante mis primeros años en la escuela primaria, las maestras religiosas nos contaban historias fascinantes sobre la vida de misioneros y misioneras. Nos enseñaban películas de sitios lejanos en India, China y África, donde se veía a misioneros en las villas atendiendo a los enfermos y a los pobres. Estos misioneros llegaban desde Europa y los Estados Unidos, para servir en necesidades básicas como la educación.
Desde muy pequeña, aprendí que Dios los llamaba para realizar dicho trabajo. Al mismo tiempo, cruzaba por mi mente el deseo de querer ser como ellos.
Poco sabemos del trabajo que realizan los misioneros de hoy. Hay muchos ejemplos de misioneras como la Madre Teresa, que vivió y murió en la India. Sabemos del Obispo Mortimér Arias, misionero metodista en Latinoamérica, o Justo González, su esposa Luisa, y Eulalia Cook, que fundaron ALFALIT, un centro de alfabetización para adultos en América Latina y el mundo.
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En esta edición damos un vistazo al trabajo de algunos misioneros modernos. Las necesidades del mundo no han cesado. Al contrario, han ido en aumento. Las personas llamadas al campo misionero deben indagar cuál es el área misionera a la que han sido llamadas y cómo podrán ser agentes de cambio y esperanza.
¿Cómo dar el primer paso para responder a ese deseo ardiente que nace del corazón? El Espíritu de Dios siempre estará tocando a las puertas de nuestros corazones, solo que no hagamos oídos sordos al llamado. Nos sentimos muy cómodos en nuestra actual situación y no conviene incomodarse ¿cierto?
Todo cristiano es capaz de trabajar en la misión. Si tan solo pudiésemos 'ver y oír' y despertar ante las necesidades que existen a nuestro alrededor, nos animaríamos a dar ese primer paso. La misión no siempre está en esas tierras lejanas. El trabajo misionero puede estar a la vuelta de la esquina, cualquiera de nosotros podríamos hacerlo, habiendo sentido la necesidad de producir un cambio en la situación o circunstancias precarias de la vida de tanta gente cercana a donde vivimos.
La obra misionera puede organizarse desde nuestro hogar, en la escuela, universidad, barrio, iglesia, hospital, cárceles. Podemos servir como voluntarios en misión. Podemos visitar enfermos, reparar casas en la vecindad, organizar una recolección de alimentos o servir comida a los que no tienen hogar. Tal vez podríamos organizar un centro de salud o un grupo de apoyo moral y psicológico en la iglesia o centro de la vecindad. También podemos acompañar a un joven adicto o consolar a personas que sufren.
El trabajo misionero es interminable, y es para clérigos y laicos. ¿Crees que estás siendo llamado/a a servir? Tú podrías ser la próxima persona en misión.
--Amanda M. Bachus, [email protected]
el Intérprete, julio-agosto, 2012